A la hora de hacer diagnósticos, se emplean todos los que la medicina convencional nos ofrece en el Siglo XXI. No renunciamos a ninguno de estos avances y conocimientos. Pero de la misma manera somos de la opinión que, el ser humano es mucho más que un cúmulo de células funcionando para, exclusivamente, mantener la vida. Creemos que el ser humano tiene una razón para existir y una misión. La enfermedad forma parte de su experiencia vital y como tal debemos de tratarla. No es “sólo” un hándicap temporal. Aprender de la enfermedad y entender lo que está sucediendo, forma parte de cualquier tratamiento y es la mejor manera de evitar que se vuelva a producir.

Los tratamientos físicos que empleamos van dirigidos a permitir que nuestro organismo recobre sus capacidades para que la parte anímica pueda expresarse en libertad. No son tratamientos en donde buscamos forzar al cuerpo a realizar algo. Se intenta en todo momento recuperar las funciones de regulación del cuerpo, para que este mismo pueda poner solución a lo sucedido. Los tratamientos deben ayudar a recuperar esa funcionalidad sin causar ningún problema de efectos secundarios.

Hay muchas patologías en las que, al menos al principio, no es posible quitar la medicación alopática que se ha tomado, en ocasiones durante años. Nosotros intentamos no hacer uso de medicamentos que no sean reguladores. En ocasiones no lo logramos y debemos dar medicación convencional. Esto hecho no representa nada más que un nuevo aliciente para buscar otros caminos para abordar un problema pero, sabemos y somos muy conscientes de las medicaciones que no podemos quitar bajo ciertas circunstancias y lo aceptamos sin ningún problema. Incluso, nosotros mismos debemos de recurrir a este tipo de medicación alopática, cuando no logramos nuestros objetivos con la medicina regulativa.