Este tipo de enfermedades son aquellas en las que nuestro propio sistema inmune (SI), más activo de lo normal, no reconoce las estructuras propias de su organismo y se agrede a sí mismo. Esto no es algo nuevo, lo que sí es novedoso es el incremento tan importante en el número de casos con estas patologías que se han producido en los últimos 50 años. Las causas del por qué nos son aún bastante desconocidas. Pero lo que parece que tiene una relación sin duda, es la manera de cómo nos alimentamos y los medicamentos que tomamos. De hecho, algo muy poco frecuente hace unos años, como la alergia al gluten o celiaquía o las alergias en general, se ha convertido hoy en algo mucho más frecuente en la población, pero lo mismo se podría decir de la Colitis Ulcerosa, la tiroiditis o la diabetes, que son algunas de las múltiples enfermedades que encontramos dentro de esta denominación, como posiblemente también lo sean la fibromialgia o el síndrome de múltiple sensibilidad química.  

La relación de la inmunidad y nuestro intestino es bien conocida y sin lugar a dudas, cuando nosotros modulamos la respuesta del SI asociado a la mucosa intestinal o sistema GALT (Gut-associated lymphoid tissue), el resto de la respuesta inmune de nuestro organismo tiende a normalizarse, tanto en la intensidad, como en el reconocimiento de estructuras: ¡los dos problemas de la autoinmunidad!. Por ello, si evitamos los alimentos que nos irritan de manera crónica nuestras mucosas y restablecemos la microbiota por medio de una medicación adecuada con pro o prebióticos, estaremos haciendo un tratamiento regulador y no exclusivamente supresivo, como  son los tratamientos convencionales, incluyendo los más novedosos denominados “biológicos”. Todos ellos no dejan de provocar una inhibición inmune, más o menos selectiva y para nada un efecto curativo. Por eso, una vez que empezamos con ellos, raramente los podremos dejar y por supuesto la supresión que ejercen se asocia a efectos secundarios, en ocasiones significativos.

Acompañando a la alimentación y la medicación pre y probiótica, el uso de medicación regulativa como la homeopatía, fitoterapia y la ortomolecular puede ser de gran ayuda para, al menos, poder reducir de manera significativa, cuando no totalmente, la medicación convencional. Es cierto que supone un esfuerzo, pero merece la pena intentarlo ya que no estamos hablando de un problema en el corto plazo sino en el medio y largo plazo y lo que está en juego es nuestra salud y bienestar